Bruselas acelera el veto al gas ruso: impacto directo en los precios de la electricidad

La Comisión Europea presenta su plan para eliminar la dependencia del gas ruso antes de 2027, en un contexto de reservas bajas y tensiones energéticas crecientes.

Ursula von der LeyenUrsula von der Leyen

La Comisión Europea ultima una de sus decisiones más estratégicas en materia energética desde el inicio de la guerra en Ucrania: el veto progresivo al gas natural licuado (GNL) ruso. La presidenta Ursula von der Leyen anunciará mañana martes un plan que incluye la prohibición de nuevos contratos, mecanismos para rescindir los vigentes por fuerza mayor y la posible imposición de aranceles. Bruselas redobla así su apuesta por cortar definitivamente los lazos energéticos con Moscú antes de 2027, aun a riesgo de tensar los mercados eléctricos del continente.

La medida se plantea en un momento crítico para la seguridad energética europea. Las reservas de gas de la UE están por debajo de la media histórica y el tránsito por Ucrania ha quedado interrumpido desde enero, tras la expiración del acuerdo entre Kiev y Gazprom. En este escenario, el fin de los contratos de GNL con Rusia puede traducirse en un encarecimiento del gas en el mercado spot y un efecto dominó sobre los precios eléctricos, especialmente en países como España, gran receptor de GNL ruso.

Naturgy, principal compradora española de gas desde la planta de Yamal LNG, podría verse directamente afectada si el plan europeo se materializa. La empresa, que aún mantiene un contrato activo con Rusia, tendría margen legal para abandonarlo si se aprueba el marco jurídico que permite alegar fuerza mayor sin penalización económica.

Además del veto a nuevos contratos, la Comisión contempla imponer aranceles o cuotas a las importaciones de GNL ruso para reducir su competitividad. Estas medidas buscan limitar los ingresos energéticos del Kremlin, que aún utiliza como vía de financiación para su ofensiva militar en Ucrania. Paralelamente, también se plantea una reducción progresiva en la compra de combustible nuclear, como el uranio enriquecido, del que dependen países con centrales de diseño soviético.

Desde 2022, la UE ha logrado reducir del 45% al 13% su dependencia del gas ruso por gasoducto, pero las compras de GNL han crecido hasta suponer el 19% del suministro en 2024. El nuevo plan pretende cerrar también esa puerta.

Bruselas insiste en que la infraestructura europea está ahora mejor preparada que hace dos años. El último informe de Entsog estima que, en condiciones normales, la UE puede alcanzar el 90% de almacenamiento antes del 30 de septiembre gracias al refuerzo de terminales y nuevas interconexiones. No obstante, si el suministro ruso cesa por completo, se requerirá importar 5 bcm adicionales de GNL o extender la temporada de llenado hasta noviembre.

La presión del próximo invierno, el aumento de la demanda asiática y la guerra en Ucrania dibujan un escenario incierto. El plan de Bruselas no solo marcará el rumbo energético de la UE, sino que también pondrá a prueba la cohesión de los Estados miembros en uno de los momentos más delicados desde la crisis del gas de 2009.

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