Según un proverbio, no todos los males vienen para hacer daño. Y los aranceles impuestos por el presidente Donald Trump a las importaciones en EE. UU., tal vez –y subrayo tal vez– podrían tener un efecto positivo… Aunque parcial.
El efecto positivo podría ser obligar a la Unión Europea a sentar de una vez por todas las bases de una unión fiscal definitiva y equitativa. Porque, sin una unión fiscal, las economías de los países no sacan mucho provecho de la unión política, como se ha demostrado ampliamente durante estos años. Todos los ciudadanos europeos, tanto personas como empresas, deben estar sujetos a las mismas normas fiscales, tener los mismos controles y enfrentar las mismas sanciones si no los cumplen.
Además, se debería poner fin a los privilegios. Durante demasiados años, la UE ha permitido y tolerado la competencia fiscal interna en nombre de la “subsidiariedad”. En la práctica, esto ha permitido que Estados miembros como Irlanda, Países Bajos y Luxemburgo actúen como paraísos fiscales de facto, ofreciendo tasas impositivas corporativas muy bajas que distorsionan la competencia, atraen a multinacionales y debilitan la base imponible de las economías más grandes. Los gigantes digitales estadounidenses –Google, Amazon y Facebook, principalmente– han prosperado gracias a este modelo, estableciendo sus sedes europeas en Dublín y aprovechando las ventajas del mercado único.
Irónicamente, los aranceles de Trump podrían lograr lo que años de propuestas de la Comisión y cumbres franco-alemanas no han conseguido generar: un sentido de urgencia. Si la Unión realmente se toma en serio la autonomía estratégica y la construcción de un verdadero mercado interno, el alineamiento fiscal no es un lujo: es una necesidad.
La UE debe finalmente decidir si se reconoce como un proyecto completo o si sigue siendo una suma de intereses divergentes. Nadie espera una armonización de las tasas impositivas de la noche a la mañana. Pero sin reglas comunes y un marco para frenar el dumping fiscal interno, la credibilidad de una gobernanza económica europea que hasta ahora ha favorecido a unos sobre otros seguirá siendo frágil.
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