¿Precavidos o pendejos?

Las oportunidades son como los amaneceres: si uno espera demasiado, se los pierde”. Así de claro lo tenía el escritor y teólogo inglés William George Ward, pero… ¿Entiende España este proverbio? El reto de las tierras raras será una gran ocasión para descubrirlo, ya que la nación parece estar sentada sobre una ‘mina de oro’, pero que, hasta la fecha, se niega a aprovechar.
La organización EURARE, un proyecto financiado por la Comisión Europea para investigar la viabilidad de la explotación sostenible de tierras raras en Europa, apunta al gran potencial que existe en España, donde se han encontrado evidencias de enriquecimientos de estos preciados elementos en la región del Monte Galiñeiro (Pontevedra), en Galicia, en Ciudad Real (Matamulas) y en algunos sectores de Canarias. A los que se suman Andalucía y Castilla y León.La oportunidad está ahí. Y es que, si España produjera 35.000 toneladas al año de tierras raras, se convertiría en el primer productor europeo (con su asociado beneficio económico y laboral). Para comprender la magnitud, bastaría con ver cómo un yacimiento de tierras raras encontrado en Ciudad Real podría cubrir el 33% de la demanda europea. Sin embargo, vamos un paso más allá y vemos que también reduciría la dependencia de Rusia, ya que la mina de uranio de Salamanca reduciría hasta un 40% la necesidad de los recursos de Moscú.Los vecinos de las regiones hacen un llamado a ser precavidos con respecto a las tierras raras. Al punto de que su rechazo a la exploración en Fuerteventura y Ciudad Real llevó a que se paralizaran los estudios en contra del criterio científico. No se trata de una batalla nueva. Por ejemplo, desde 2017 la Plataforma Sí a la Tierra Viva lucha para detener el proyecto que la empresa Quantum Minería tiene entre manos en Ciudad Real.

Mientras la sociedad debate sobre la explotación de las tierras raras, en la Unión Europea no parecen dudar de que aprovecharán cualquier oportunidad que aparezca. Por eso, desde 2023 hay una normativa que exige la investigación de los minerales estratégicos para avanzar en este ámbito y garantizar que, en 2030, el 10% de la explotación mundial de materiales estratégicos —entre los que están las tierras raras— se produzca en suelo comunitario.

Ahora bien, más allá de la promesa de riqueza y autonomía estratégica, no podemos ignorar el llamado de quienes alertan sobre posibles desastres ambientales y sociales. La apuesta por explotar estas minas de oro podría verse empañada si se descuidan los controles y la participación ciudadana, convirtiendo una oportunidad histórica en un experimento arriesgado. ¿Acaso queremos ser recordados como el país que, cegado por la ambición, sacrificó el equilibrio ecológico y la salud pública en pos de beneficios a corto plazo?

Por ello, resulta indispensable que la estrategia europea y española articule un plan integral que combine el progreso económico con una rigurosa protección ambiental. No se trata de detener el avance, sino de encaminarlo con inteligencia y responsabilidad. En este contexto, la pregunta “¿Precavidos o pendejos?” invita a la reflexión: ¿actuamos con visión y prudencia o nos dejamos llevar por el miedo a arriesgar, perdiendo así una oportunidad sin precedentes? La respuesta podrá definir el futuro de nuestra nación.

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