El Banco Central Europeo (BCE) ha decidido este jueves mantener los tipos de interés en el 2%, poniendo fin a una racha de siete recortes consecutivos iniciada hace un año. Esta pausa, que ya descontaban los mercados, refleja una mayor estabilidad en la inflación, que cerró junio en el esperado 2%, el objetivo oficial del organismo.
Con esta decisión, el BCE marca un punto de inflexión tras una etapa de política monetaria altamente predecible. En su comunicado, el Eurobanco ha señalado que las presiones inflacionistas internas continúan moderándose y que el crecimiento de los salarios ha perdido impulso. Aun así, advierte de que el entorno global sigue siendo excepcionalmente incierto, con especial atención a las tensiones comerciales entre Washington y Bruselas.
Una pausa con muchas lecturas
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha dejado claro que el escenario actual exige prudencia. El banco seguirá evaluando la evolución de los datos antes de tomar nuevas decisiones, y en septiembre podría haber movimientos. Por ahora, los mercados dan un 50% de probabilidades tanto a un nuevo recorte de 25 puntos básicos como a la continuidad de la pausa.
La decisión de hoy se produce en un contexto donde otros bancos centrales, como la Reserva Federal estadounidense, han adoptado estrategias más erráticas, condicionadas por la política interna y el riesgo de un repunte inflacionario. En contraste, el BCE mantiene una línea más contenida, aunque surgen preocupaciones por la apreciación del euro, que podría ejercer una presión bajista sobre los precios si se superan los 1,20 dólares por euro.
Próxima parada: septiembre
La reunión de septiembre será clave. Ese día, el BCE presentará también una actualización de sus previsiones económicas, que dependerán en gran medida del desenlace de las negociaciones comerciales con Estados Unidos. Un posible acuerdo que limite los aranceles al 15% (en lugar del 30% anunciado por la administración Trump) aliviaría significativamente la presión externa y daría margen de maniobra al banco central.
Mientras tanto, la división interna persiste. Miembros como Robert Holzmann e Isabel Schnabel abogan por la cautela, mientras que perfiles más moderados como Olli Rehn, François Villeroy de Galhau y Fabio Panetta consideran que hay espacio para continuar con la relajación monetaria.
La pausa de julio no es el final del ciclo, sino el comienzo de una etapa más compleja para el BCE, en la que la economía europea podría enfrentarse a nuevos desafíos y decisiones menos previsibles que en los últimos trimestres.
© Reproducción reservada