El actual presidente de EE. UU., Biden, anunció ayer, domingo, 21 de julio, que renuncia a presentarse a la reelección del 5 de noviembre, a pesar de haber ganado las primarias, y ha designado a su vicepresidenta, Kamala Harris como su preferida para ser su sucesora. Sin embargo, a pesar de este apoyo, la candidata deberá ser confirmada en el congreso del Partido Demócrata que se celebrará entre el 19 y el 22 de agosto en Chicago. Mientras tanto, Joe Biden se mantendrá en la presidencia hasta que acabe su mandato el 20 de enero de 2025.
La dimisión del presidente de EE. UU. se trata de una decisión insólita que no ocurría desde 1968, cuando Lyndon Johnson anunció que no se volvía a presentar a presidente del país debido a la creciente impopularidad que le generó la guerra de Vietnam. En este caso, el Vietnam de Biden ha sido su edad y su frágil salud. Es cierto que el actual presidente iba por detrás de Donald Trump en las encuestas, pero su desastrosa intervención en el debate del 27 de junio en Atlanta le acabó de hundir por completo. Sus titubeos y equivocaciones dejaron al descubierto el deterioro tanto físico como cognitivo que ha padecido Biden en los 3 años y medio que lleva en la Casa Blanca.
Desde dicho debate hasta su renuncia, el presidente ha sufrido 3 agónicas semanas en las que una treintena de diputados y senadores de su partido le han ido pidiendo, uno a uno y día tras día que dejara el puesto: «Es hora de que el presidente Biden pase la antorcha». Todos ellos fueron movilizados por Nancy Pelosi, diputada que fue presidenta de la Cámara de Representantes hasta 2023, y que, a sus 84 años, se presenta a la reelección.
En su carta de dimisión, Biden hizo lo que su partido le pidió: marcharse de forma digna, procurando salvar su legado. Así lo expresa él mismo en su misiva: «Juntos, superamos una pandemia única en un siglo y la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Hemos protegido y preservado nuestra democracia. Y hemos revitalizado y fortalecido nuestras alianzas en todo el mundo. Ha sido el mayor honor de mi vida servir como presidente. Y aunque ha sido mi intención buscar la reelección, creo que es en el mejor interés de mi partido y del país que me retire y me concentre únicamente en cumplir mis deberes como presidente durante el resto de mi mandato».
Se trata de unas palabras poco frecuentes, pronunciadas, además, a través de una carta emitida un domingo por la tarde, mientras su autor estaba aislado en su residencia privada localizada en la playa de Rehoboth, en el estado de Delaware, rodeado de toda su familia. Hasta el último momento, los portavoces de Biden en la campaña y en la Casa Blanca mantuvieron que este no se iba a marchar, sino que iba a pelear, ya que era el único capaz de vencer a Trump en las urnas. Esto mismo es lo que el propio presidente defendió hasta que no pudo más con la presión, para enfado de muchos en su partido, que pensaron que se aferraba al cargo innecesariamente, cuando las encuestas le indicaban que se retirase.
Si Biden pudo ganarle a Trump en 2020 fue porque se impuso en los estados clave de Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Georgia, Nevada y Arizona. No obstante, actualmente, en todos ellos, va por detrás del candidato republicano en las encuestas. Todos los sondeos efectuados desde el debate de junio, a votantes en general y a los demócratas, reflejan que una clara mayoría deseaba que el presidente renunciara, no por sus logros o políticas, sino por su avanzada edad y sus equivocaciones públicas. De entre todos, los últimos errores que ha cometido Biden son los más demoledores, no porque sean más graves que otros anteriores, sino porque toda la nación y el resto del mundo estaban pendientes de ellos. Por ejemplo, en la cumbre de la OTAN, que tuvo lugar en Washington, el presidente dijo que Trump era su vicepresidente y que Putin era el presidente de Ucrania. En este último caso, se corrigió enseguida, pero no fue capaz de calmar los ánimos de un Partido Demócrata cada vez más inquieto.
Cuando los diputados y senadores del mencionado partido se dieron cuenta de que la derrota de Biden en las elecciones presidenciales significaba perder todo el poder que habían ganado en el Capitolio, además de gobiernos estatales, los críticos comenzaron a alzar la voz, a través de los comunicados que fue orquestando Pelosi en la sombra.
Ante su manifiesta incapacidad para ostentar el cargo de presidente, los dos líderes del Partido Demócrata en el Senado, Chuck Schumer, y la Cámara, Hakeem Jeffries, fueron a ver a Biden en persona y le mostraron los sondeos que vaticinaban su derrota. Asimismo, le recordaron que a estas alturas en 2020, le llevaba a Trump más de 9 puntos en algunas de esas mismas encuestas. Finalmente, ambos líderes le ofrecieron una forma digna de irse de la Casa Blanca, con la cabeza alta y el aplauso del partido y, probablemente, de toda la nación. Es cierto que Biden tardó en tomar esta decisión, pero, al final, la hizo pública.
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