El aeropuerto internacional de Bruselas sigue arrastrando las consecuencias del ciberataque que afectó a sus sistemas el pasado viernes. La dirección del aeródromo ha confirmado que, para este martes, se verán obligados a cancelar un 10% de los vuelos programados, ya que persisten los problemas en las plataformas de facturación y embarque.
El incidente no solo impactó a la capital belga: otros aeropuertos europeos también se vieron afectados durante el fin de semana, generando retrasos masivos y múltiples cancelaciones. Aunque los equipos técnicos han trabajado de manera ininterrumpida para restablecer la normalidad, los efectos todavía se dejan sentir en la operativa diaria.
El caso evidencia la vulnerabilidad de las infraestructuras críticas frente a ciberataques cada vez más sofisticados. El transporte aéreo, que depende de la coordinación tecnológica para garantizar seguridad y puntualidad, se convierte en un objetivo particularmente sensible. Este episodio en Bruselas reabre el debate sobre la ciberseguridad en el sector aéreo europeo y la necesidad de invertir en sistemas de prevención y respuesta más robustos.
Más allá del impacto inmediato en los pasajeros, que deberán reorganizar sus planes de viaje, la situación supone un reto reputacional para uno de los principales aeropuertos del continente. Con más de 25 millones de viajeros al año, Bruselas es un hub estratégico en Europa, y su resiliencia frente a incidentes de este tipo será clave para mantener la confianza de aerolíneas y usuarios.
Mientras tanto, las autoridades recomiendan a los pasajeros revisar con antelación el estado de sus vuelos y contemplar alternativas de transporte. El episodio refuerza una certeza: en un mundo hiperconectado, la seguridad digital es ya tan crucial como la física para el buen funcionamiento del tráfico aéreo internacional.
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