Las acciones de American Eagle Outfitters protagonizaron este lunes uno de los mayores repuntes en Wall Street al escalar más de un 22% durante la sesión, tras una inesperada intervención del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El mandatario elogió públicamente una campaña de la firma de moda protagonizada por la actriz Sydney Sweeney, duramente criticada por su supuesto contenido racista. El episodio vuelve a poner de relieve cómo la política y el espectáculo están moldeando, cada vez más, el comportamiento de los inversores.
El anuncio en cuestión juega con un doble sentido entre los términos jeans (vaqueros) y genes (herencia genética). En él, la actriz afirma: “Los genes se transmiten de padres a hijos. Mis genes son azules”. El mensaje, que en un contexto tradicional podría interpretarse como una simple fórmula publicitaria, fue rápidamente acusado en redes sociales de promover una visión excluyente. La situación se intensificó al conocerse que Sweeney figura como votante republicana registrada en Florida.
Lejos de tomar distancia, Trump abrazó la controversia y salió en defensa de la actriz desde su red social Truth Social. “Sydney Sweeney, republicana registrada, tiene el anuncio más atractivo del momento. Es para American Eagle, y los jeans se venden como pan caliente. ¡A por ellos, Sydney!”, escribió.
El respaldo del presidente funcionó como una mecha encendida en los mercados: los títulos de American Eagle comenzaron a dispararse en cuestión de minutos, impulsados por compras especulativas. La empresa, que en los últimos cuatro años ha perdido dos tercios de su valor y acumula una caída del 23% en 2025, alcanzó durante la jornada una capitalización cercana a los 2.300 millones de dólares. Para los inversores oportunistas, fue una oportunidad clara: comprar al calor de la viralidad política y vender con ganancias rápidas.
Pero detrás de la subida hay poco más que un golpe de efecto mediático. Ni las cuentas de la empresa ni sus perspectivas a medio plazo han cambiado. Lo que sí ha cambiado es la percepción de que las menciones de Trump —como ya ocurrió con acciones meme o criptomonedas alineadas con su discurso— pueden mover mercados enteros con una frase.
“El fenómeno responde más a una lógica emocional e ideológica que a fundamentos financieros”, explica un analista bursátil que prefiere no ser citado. “Hay una parte del mercado que ya no invierte por lo que una empresa gana, sino por lo que representa simbólicamente en el debate público”.
Este tipo de dinámicas plantea riesgos reputacionales y estratégicos para las marcas. Aunque American Eagle ha ganado visibilidad, también ha polarizado su imagen. En una economía hiperfragmentada, donde la identidad política pesa tanto como la calidad del producto, un anuncio puede ser motivo de boicot o de lealtad ferviente. Marcas como Nike o Bud Light ya vivieron experiencias similares, con resultados dispares.
Mientras tanto, Trump aprovechó su intervención para cargar contra otra marca: Jaguar. El presidente calificó de “desastre” un anuncio progresista de la automotriz británica y celebró la reciente dimisión de su consejero delegado, Adrian Mardell. “¿Quién quiere comprar un Jaguar después de ver ese anuncio tan vergonzoso?”, ironizó. La compañía, sin embargo, cerró su último ejercicio fiscal con los mejores resultados de la última década.
El caso de American Eagle ilustra, una vez más, cómo el ruido político puede convertirse en motor bursátil. En un contexto donde la atención es el recurso más escaso, incluso los conflictos sirven de trampolín económico. La pregunta que queda en el aire es si el beneficio será duradero o, como en tantas ocasiones, se desvanecerá con la próxima controversia viral.
© Reproducción reservada