El Índice de Precios de Consumo (IPC) cerró agosto con una tasa interanual del 2,7%, según los datos definitivos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La cifra, que coincide con el avance difundido a finales de agosto, refleja la estabilidad de la inflación general, en un mes en el que la evolución de los precios de alimentos y electricidad compensó el encarecimiento de los carburantes.
Por su parte, la inflación subyacente —que excluye los precios más volátiles de energía y alimentos frescos— repuntó ligeramente hasta el 2,4%, confirmando la tendencia de moderación gradual pero aún con presiones de fondo en determinados componentes. Este indicador es especialmente relevante porque permite anticipar la trayectoria futura de los precios y constituye una referencia clave para las decisiones de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE).
El mantenimiento del IPC en el 2,7% sitúa a España en niveles relativamente contenidos dentro de la eurozona, aunque todavía por encima del objetivo de estabilidad de precios del 2% fijado por el BCE. La resistencia de la inflación a descender con mayor rapidez pone de relieve el impacto de factores estructurales, como la persistencia de costes elevados en la energía o la evolución al alza de algunos productos alimentarios básicos.
En este escenario, el comportamiento de la inflación seguirá siendo determinante en el debate económico de los próximos meses. Tanto empresas como hogares afrontan decisiones de consumo e inversión condicionadas por esta dinámica, mientras los mercados financieros ajustan sus expectativas en torno a los próximos movimientos de los bancos centrales.
El dato confirmado por el INE refuerza la idea de que la desinflación en España avanza, pero de forma más lenta de lo previsto, obligando a redoblar la vigilancia sobre los factores que aún presionan los precios.
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