La venta de la filial británica TSB por parte de Banco Sabadell al Santander podría reconfigurar el tablero de la opa lanzada por BBVA, al abrir la puerta a que la entidad presidida por Carlos Torres incremente su oferta en hasta 2.500 millones de euros, importe equivalente al dividendo extraordinario que Sabadell prevé repartir tras la operación, según adelanta el diario Expansión.
El consejo de Sabadell pretende que sus accionistas aprueben la venta de TSB y el reparto del dividendo extraordinario el próximo 6 de agosto, en dos juntas extraordinarias separadas por apenas tres horas. Una vez autorizada por los supervisores —el BCE por parte de Sabadell y las autoridades británicas por TSB y Santander UK—, la venta se haría efectiva previsiblemente a inicios de 2026.
Este dividendo, cifrado en 0,5 euros por acción, se sumaría a los pagos ordinarios ya previstos: uno en agosto, otro en diciembre y el complementario en primavera de 2026. Sin embargo, el extraordinario y el pago de diciembre no se descontarán de la oferta de BBVA, ya que se abonarían una vez finalizada la opa, estimada para antes de octubre.
Desde el entorno de Sabadell se insiste en que los accionistas deben elegir entre recibir una retribución relevante manteniendo sus acciones, o aceptar la propuesta de BBVA y convertirse en partícipes de un grupo de mayor tamaño. No obstante, el dividendo extraordinario ha reabierto el debate sobre la necesidad de que BBVA revisite su oferta para reflejar esta nueva realidad.
Una cuestión de rentabilidad y percepción
BBVA mantiene que la venta de TSB no altera los términos de su propuesta, dado que su ejecución se concretará tras la resolución de la opa. Sin embargo, la presión es creciente: varios analistas consideran que el banco vasco debería incorporar el valor del dividendo extraordinario a su oferta, si quiere atraer a un número relevante de accionistas de Sabadell.
Desde una óptica puramente financiera, adelantar ese importe a los accionistas que acepten el canje no tendría un coste real para BBVA, ya que una vez completada la opa recibiría de vuelta, en proporción al capital adquirido, el mismo dividendo. Pero ese gesto se traduciría, de facto, en pagar más por una entidad que perderá parte de su balance tras la venta de su filial británica.
Así, BBVA se enfrenta a un dilema: mantener su oferta original, con el riesgo de que muchos accionistas la consideren insuficiente, o endulzarla con una mejora que compense el dividendo no cobrado, aunque eso implique comprar un banco con menor tamaño y proyección.
A medida que se acercan fechas clave —la junta de Sabadell del 6 de agosto y la presentación de resultados el 24 de julio—, el pulso entre ambas entidades y sus accionistas entra en una fase decisiva. Todo apunta a que la clave estará en si BBVA decide o no mover ficha antes del desenlace.
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