La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ha anunciado este jueves que el proceso de desinflación en la eurozona ha concluido, mientras instaba a los responsables políticos de todos los países, incluida Francia, a cumplir con la disciplina y las reglas fiscales.
Durante la rueda de prensa tras mantener los tipos de interés en el 2% por segunda reunión consecutiva, Lagarde afirmó: «El proceso desinflacionario ha acabado, […] pero aún seguimos estando en una buena posición».
La presidenta del BCE subrayó que la institución permanece «determinada» a estabilizar la inflación en torno al 2% a medio plazo mediante un enfoque «reunión a reunión», sin comprometerse previamente con una senda concreta de tipos.
Al ser preguntada sobre la situación política en Francia, Lagarde evitó emitir juicios sobre países concretos, aunque mostró su confianza en que «los responsables políticos de todos los Gobiernos del continente acabarán acatando la disciplina fiscal».
En cuanto a los eurobonos, Lagarde destacó que siguen funcionando de manera «ordenada» y con buena liquidez.
Sin embargo, advirtió que, de verse comprometida la transmisión de la política monetaria, el BCE dispone de «todas las herramientas necesarias» para actuar.
El análisis de Lagarde
El análisis macroeconómico presentado por Lagarde indica que la economía de la eurozona creció un 0,7% en la primera mitad del año, impulsada por la demanda interna, aunque con un segundo trimestre más debilitado debido a la guerra comercial de Estados Unidos.
La industria y los servicios continuaron creciendo y el mercado laboral se mantiene como una «fuente de fortaleza», con una tasa de paro del 6,2% en julio.
Lagarde advirtió que la fortaleza del euro, los aranceles y la competencia global podrían frenar el crecimiento durante el resto del año, aunque estos efectos deberían desaparecer en 2026.
Entre los factores que podrían impulsar la economía mencionó el gasto en defensa e infraestructuras, la productividad y la confianza empresarial.
Sobre la inflación, Lagarde reconoció que las perspectivas son «más inciertas de lo habitual» por el entorno comercial volátil.
La apreciación del euro y las tensiones comerciales podrían presionar los precios a la baja, mientras que problemas en la cadena de suministro, limitaciones de capacidad y fenómenos climáticos extremos podrían elevarlos.
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