El otro lado del paro: 1,8 millones de demandantes siguen fuera del radar del desempleo

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El debate sobre quién se incluye y quién no en las cifras oficiales del paro es casi tan antiguo como los propios datos. Pero en los últimos años, la discusión se ha intensificado como nunca antes. Y no es casualidad. Por primera vez, el número de personas inscritas en el SEPE que no se contabilizan como desempleadas representa el 42,5% del total de demandantes registrados, su mayor peso desde que hay registros exceptuando la pandemia, y la cifra sigue creciendo.

Mientras en junio el paro registrado bajaba un 6,1% interanual hasta los 2,4 millones, el grupo de los llamados no parados crecía un 5%, alcanzando los 1,8 millones. De ellos, 1,2 millones están clasificados como ocupados, con un incremento del 6,7% respecto al año anterior. Pero también hay 570.315 personas sin empleo que no figuran como desempleadas, lo que añade nuevas capas de complejidad a la lectura del mercado laboral.

4,18 millones de personas inscritas a la oficina de empleo

En total, los servicios públicos de empleo cerraron junio con 4,18 millones de demandantes inscritos, un 1,6% menos que hace un año. Esta caída se debe exclusivamente al descenso del paro registrado, porque todos los demás colectivos han crecido. Esto alimenta la sospecha de que parte del desempleo se está desplazando hacia una especie de paro encubierto, sobre todo por el aumento de los contratos fijos discontinuos.

Buena parte de los llamados demandantes ocupados están en esta categoría: trabajadores con contrato activo que no están trabajando en ese momento. Se inscriben en las oficinas mientras esperan a ser llamados de nuevo por su empresa. El problema es que no hay transparencia sobre cuántos están realmente inactivos y cuántos simplemente mantienen la demanda de empleo activa por sistema.

Lo más llamativo es que el Ministerio de Trabajo sí tiene los datos exactos de fijos discontinuos excluidos del paro. Se publican, aunque sin publicidad, en el Anuario de Estadísticas Laborales. Contar con esa cifra mes a mes no debería ser complicado, pero no se hace.

Otro grupo que también crece es el de los demandantes no ocupados o con demandas especiales, como los beneficiarios del subsidio agrario. Su incremento es más moderado, del 1,5%, pero resulta anticíclico: que este tipo de demandantes crezca en un contexto de creación de empleo rompe la lógica habitual.

¿Hay manipulación de los datos?

Todo indica que no. La definición de quién queda fuera del paro oficial no ha cambiado desde 1985, y establece que los fijos discontinuos inactivos no cuentan como parados al mantener una relación laboral. Lo que sí ha cambiado es el peso de esta figura tras la última reforma laboral.

Desde que entró en vigor la reforma, el uso de contratos temporales ha caído, y en su lugar han aumentado los contratos fijos discontinuos. Son contratos que, aunque en el papel reducen la temporalidad, pueden ser igual de inestables. La diferencia es que, como la relación laboral no se extingue, estas personas ya no entran en las estadísticas del paro. Por eso, los demandantes ocupados han pasado del 18% antes de la pandemia al 28% actual.

Además, cada vez más personas se inscriben sin tener derecho a prestación, ya sea por realizar cursos, buscar ayudas para emprender o mantenerse dentro del sistema. Este fenómeno también se relaciona con la reforma de la Ley de Empleo, que buscaba reforzar las políticas activas. Hoy, este colectivo representa el 13% de los demandantes, el dato más alto desde 2005.

El problema de fondo sigue siendo la falta de transparencia: sin un desglose claro y actualizado de los datos, es imposible saber si estamos ante un cambio estructural en el empleo o simplemente ante una foto incompleta del mercado laboral. Y esa diferencia lo cambia todo.

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