El otro paro: los fijos discontinuos y el espejo incompleto del mercado laboral

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Desde que entró en vigor la reforma laboral, el debate sobre los fijos discontinuos no ha dejado de crecer. Aunque son contratos indefinidos, estos trabajadores dejan de trabajar, cotizar y percibir ingresos cuando su empresa no los necesita. Eso sí, la relación contractual sigue viva, con el compromiso de volver a llamarlos. ¿El detalle? Cuando están inactivos y apuntados al paro, no cuentan como desempleados, sino como demandantes con relación laboral.

¿Y si se contaran como parados? Pues que el desempleo habría subido un 31,4% en junio de 2025, lo que equivale a 4,1 veces más que en el mismo mes de 2019. Este desfase reabre el debate sobre la fiabilidad real de las cifras del paro y si reflejan con claridad la precariedad que sigue instalada en el mercado laboral español.

Un contrato indefinido, pero inestable

Con la reforma laboral, esta figura se ha disparado. Ya no solo se usa en empleos estacionales: también las ETTs han hecho de los fijos discontinuos una herramienta habitual. La intención del Gobierno era convertirlos en un paso hacia el contrato indefinido ordinario, pero en la práctica, muchos de estos puestos han acabado siendo más volátiles que los temporales.

Lo preocupante es que, mientras están activos, no computan como desempleados, y cuando dejan de trabajar, tampoco. Esta distorsión ha generado críticas por la opacidad estadística que impide tener una foto nítida de lo que realmente ocurre con estos empleados.

Las cifras: paro efectivo y crecimiento oculto

Aquí es donde entra el concepto de «paro efectivo», un cálculo propuesto por Fedea que suma al paro registrado los demandantes con relación laboral. En junio de 2025 había 747.046 personas en esa situación, un 224% más que en 2019. Si los añadimos al cómputo tradicional, el paro subiría de 2,4 millones a 3,15 millones de personas.

En 2019, el aumento sería mucho más moderado: un 7,6% extra, frente al actual 31%.

¿Una tendencia estacional? Sí, y creciente

El patrón se repite: en verano el número de fijos discontinuos inactivos crece con fuerza, baja algo en septiembre, y vuelve a dispararse entre octubre y enero, justo cuando el mercado se enfría. Este comportamiento estacional se ha intensificado desde 2022, dejando claro que, lejos de estabilizar estos contratos, la reforma ha creado una categoría laboral más vulnerable.

¿Cuántos fijos discontinuos están realmente inactivos?

Aquí es donde las cuentas no cuadran. El Ministerio de Trabajo evita dar una cifra exacta, aunque sí la publica como media anual: en 2024 fueron unos 700.000 al mes. Sin embargo, según la EPA, los que realmente no trabajaban eran menos de 200.000, y los que cobraban el paro, según el SEPE, rondaban los 110.000 en 2025.

¿Por qué tanta diferencia? Por la alta rotación. En un solo mes, puede haber miles de bajas e incorporaciones. Además, muchos se mantienen dados de alta como demandantes, aunque no reciban ninguna prestación. En parte, porque no han cotizado lo suficiente; en parte, porque la demanda se renueva cada tres meses y en ese tiempo pueden tener varios llamamientos (más aún si trabajan para una ETT).

El matiz de los ERTE

A esta mezcla se suman los ERTEs. Cuando implican suspensión, las personas afectadas también se clasifican como demandantes con relación laboral. En 2019 eran poco significativos (solo 1.600), pero la pandemia cambió las reglas del juego. Aunque ahora han bajado, siguen sumando unas 7.600 personas. Eso sí, los que cobran el paro por esta razón apenas llegan a 2.000 de media.

Este ruido estadístico hace que comparar 2020, 2021 o incluso principios de 2022 con la situación actual no tenga demasiado sentido.

Paro efectivo vs paro registrado: la gran brecha

A pesar de que el paro oficial ha bajado en más de 609.000 personas desde 2019, el «paro efectivo» solo lo ha hecho en 93.000. La diferencia está en los 517.000 nuevos demandantes con relación laboral.

Esto no es solo una cuestión de maquillaje estadístico. El verdadero problema es que estos contratos han dejado de ser un puente hacia la estabilidad para convertirse en empleos indefinidos pero inactivos, que viven en la precariedad durante buena parte del año.

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