¿Cuántas personas desempleadas en España han dejado de buscar trabajo porque no creen que vayan a encontrarlo? Esta situación, conocida como ‘efecto desánimo’, provoca que estas personas desaparezcan de las estadísticas oficiales de paro, lo que puede generar distorsiones en las tasas de desempleo y ocupación. Sin embargo, según la Encuesta de Población Activa (EPA), este fenómeno tiene un peso muy limitado en el mercado laboral español: solo afecta a 125.600 personas, es decir, el 0,72% de los 17,4 millones de inactivos, y se encuentra en mínimos de los últimos 20 años.
Pero no son los únicos excluidos de la definición de desempleo. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el primer trimestre del año había 336.200 ‘activos potenciales’, es decir, personas sin trabajo y disponibles, pero que no buscan empleo activamente. Esta cifra representa el 1,9% de los inactivos, también en mínimos históricos. De ese total, solo una parte se considera desanimada: quienes no buscan trabajo porque no tienen esperanzas de encontrarlo.
El resto de los activos potenciales alegan otras razones:
Falta de empleo en su zona o acorde a su cualificación,
Regulación de empleo que impide reincorporación,
Desconocimiento sobre dónde buscar empleo,
Esperan una temporada con más actividad o respuesta a procesos previos (entrevistas, etc.),
Van a reanudar una actividad por cuenta propia.
En este grupo no se incluyen personas que no buscan trabajo por enfermedad, estudios, jubilación o motivos personales, aunque estén abiertas a aceptar un empleo adecuado.
Actualmente, el 37,4% de los activos potenciales son desanimados. Esta proporción superaba el 50% desde 2009 hasta la pandemia, pero ha bajado desde entonces, lo que sugiere que otros factores explican mejor hoy la inactividad laboral, como la estacionalidad, la formación o la ubicación geográfica.
Desde 2009, el número de desanimados ha caído un 108%, frente al 1,9% de descenso del resto de inactivos potenciales. Sin embargo, los inactivos que ni buscan ni están disponibles (17,03 millones) han crecido un 7,14% respecto a 2019.
¿Y qué dice Eurostat?
Eurostat, la oficina estadística europea, maneja una métrica diferente: la holgura laboral. Esta incluye no solo los desempleados, sino también a los subempleados y a las personas sin empleo que querrían trabajar pero no cumplen los requisitos para contar como desempleados, ya sea por no buscar activamente o no estar disponibles.
Por su parte, el INE calcula el potencial de activos, que suma a la población activa (ocupados y parados) los activos potenciales, pero excluye a subempleados y a quienes buscan empleo sin estar disponibles.
A raíz de la pandemia, el INE comenzó a publicar un anexo específico en la EPA con datos comparables a los de Eurostat, clasificando a los inactivos en dos grupos:
Los que buscan empleo, pero no están disponibles.
Los que no buscan empleo, pero sí están disponibles (grupo más similar a los activos potenciales españoles).
¿Qué métrica es la correcta?
Ambas son útiles, pero distintas. Eurostat ofrece una foto más global del ‘agujero’ del mercado laboral, mientras que el INE se centra en cómo afectan estos colectivos a la tasa de actividad y empleo. La primera puede ser más completa, pero la segunda es más específica y operativa para políticas públicas.
En un contexto pospandemia y con cambios estructurales en el mercado laboral, como la mayor incorporación femenina o el envejecimiento de la población, este debate cobra más importancia. Entender quiénes están fuera del mercado laboral y por qué es clave para mejorar su funcionamiento.
© Reproducción reservada