Desde que entró en vigor la última reforma laboral, el panorama de los contratos temporales en España ha cambiado… pero no del todo para bien. Aunque se ha conseguido reducir su número a mínimos históricos, lo que ha salido a flote es la precariedad que sigue colándose por la puerta de atrás. El 37,3% de los contratos firmados este año duran siete días o menos. Sí, una semana y a la calle.
La reforma apuntaba alto: mejorar la calidad del empleo limitando la temporalidad. Y en parte lo ha conseguido. El contrato por obra y servicio, ese comodín que usaban las empresas para mantener a la peña en modo “trabaja mientras me sirvas”. Desapareció en 2022, y con él cayó en picado la cifra de contratos temporales: de más de 17 millones en 2021 a menos de 9 millones al cerrar 2024. Pero la historia no acaba ahí.
Menos contratos y menos tiempo
Lo que ha ocurrido en realidad es que el empleo temporal ha mutado. Hoy se firman menos contratos, sí, pero cada vez duran menos. Y eso es un problema. La mayoría de los contratos que sobreviven al nuevo marco legal apenas pasan de los siete días. Y aunque la reforma intentó frenar estos minicontratos aplicando un recargo a la Seguridad Social (32,60€ por contrato corto), la realidad es que ese “castigo” no ha sido disuasorio: entre 2023 y 2025, los contratos de menos de una semana han seguido creciendo.
En lo que llevamos de 2025, los de menos de siete días suben un 2,59%. Ya representan casi el 40% de todos los contratos temporales. Un dato que no casa con el relato triunfalista de una reforma que, en teoría, iba a frenar este tipo de empleo tan volátil.
El punto clave está en que, aunque ahora hay más contratos indefinidos sobre el papel, muchos de ellos se comportan casi igual que los temporales de antes. El ejemplo más claro son los fijos discontinuos, que técnicamente son indefinidos, pero en la práctica van y vienen como si fueran temporales. Alta, baja, otra vez alta… y así en bucle.
Además, se están disparando las bajas voluntarias, los despidos y los contratos que no superan el periodo de prueba. En resumen: muchos de estos “nuevos fijos” no duran mucho más que los temporales de antes, pero maquillan las estadísticas como si todo fuera bien.
Mercado laboral con poca estabilidad
El resultado es un mercado laboral que, aunque menos temporal en apariencia, sigue teniendo una rotación brutal: muchos contratos, pero poca estabilidad real. Seguimos liderando el ranking europeo en este punto. Y eso tiene que ver, según los expertos, con dos cosas: un modelo productivo muy dependiente de sectores de bajo valor añadido (como el turismo o la hostelería) y una legislación que ha mejorado, pero que no termina de atajar la raíz del problema.
Para acabar de complicarlo, en 2025 la contratación indefinida ha empezado a flojear: ha caído un 2,24% en lo que llevamos de año. ¿La razón? Algunas empresas prefieren no convertir temporales en indefinidos y directamente empezar de cero con uno nuevo. Es como si la reforma hubiese dejado de hacer efecto y hubiéramos llegado a un punto muerto.
En resumen: la temporalidad en España ha cambiado de forma, pero no ha desaparecido. Lo que antes era un contrato por obra, ahora es uno fijo discontinuo. Lo que antes duraba meses, ahora dura días. Y lo que parece un avance, en muchos casos, no es más que un cambio de etiqueta.
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