Las principales automovilísticas alemanas, Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz, están intensificando sus negociaciones con la Casa Blanca para lograr un acuerdo arancelario que alivie las presiones comerciales impuestas por la administración de Donald Trump, según ha informado el medio alemán Handelsblatt.
Estas compañías esperan alcanzar un pacto antes de julio que reduzca los elevados aranceles estadounidenses a los automóviles importados, que actualmente alcanzan hasta un 25%. El modelo que se quiere seguir es el acuerdo comercial firmado recientemente con el Reino Unido, que contempló una rebaja arancelaria específica para el sector automotor, beneficiando especialmente a marcas como Rolls Royce.
BMW estima que los aranceles están costando a la compañía alrededor de 10 millones de euros diarios, una cifra que incluye tanto la caída de ventas como los costes asumidos por la empresa para no trasladar completamente los impuestos a los consumidores. El impacto acumulado para las tres marcas alemanas, todas ellas en procesos de revisión estratégica y transformación hacia la electrificación, es considerable.
El argumento de las fábricas en EE.UU.
Las automovilísticas alemanas están utilizando un argumento contundente en la mesa de negociación: son los mayores exportadores de coches fabricados en EE.UU.. Más del 50% de la producción local de BMW, Mercedes y Volkswagen se destina a exportaciones internacionales, y entre las tres marcas representan el 85% del total de exportaciones de vehículos desde EE.UU..
Este modelo de producción cruzada tiene una lógica de mercado: las fábricas estadounidenses producen principalmente SUVs, el segmento más popular en el país, mientras que los coches más compactos y adaptados al gusto europeo se fabrican en Europa. La idea es un “intercambio natural” de modelos, que se vería gravemente afectado si los aranceles siguen aumentando o si la UE decide contraatacar con medidas recíprocas.
Este conflicto arancelario se da en un momento crítico, con los vehículos eléctricos chinos ganando terreno rápidamente gracias a precios más bajos y una presencia cada vez mayor en ambos mercados. Una guerra comercial entre EE.UU. y Europa, alertan expertos, sería un disparo en el pie para ambas partes, justo cuando se necesita fortalecer la competitividad frente a Asia.
Además, el mercado ve a Trump como un negociador impredecible, a veces titubeante, lo que abre la posibilidad de concesiones de último minuto. Las empresas alemanas esperan aprovechar ese perfil para obtener un acuerdo que preserve sus márgenes y cadenas de suministro.
El acuerdo UE-EE.UU., en suspenso
Paralelamente, siguen abiertas las conversaciones entre la UE y EE.UU. para alcanzar un acuerdo comercial más amplio. Aunque la tarifa plana del 10% planteada por Trump como nuevo estándar global parece inamovible, sería un alivio frente al 25% vigente.
Las automovilísticas alemanas están jugando una partida compleja en Washington, combinando argumentos económicos, estratégicos y geopolíticos para evitar una crisis comercial que podría dañar gravemente la industria en ambos lados del Atlántico. Con Trump, como siempre, todo puede cambiar hasta el último segundo.
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