Alegrías y tristezas de la IA

IAIA

No nos escondamos detrás de un dedo: la IA impone al mundo empresarial varios desafíos importantes, ni fáciles ni simples, de superar. Un primer reto es que dentro de unos años las características del trabajo cambiarán: se estima que al menos el 80% de las profesiones se revolucionarán. Después de lo que, seguramente, generará nuevos puestos de trabajo -algunas estimaciones hablan de al menos 30 millones de aquí a 2030-, pero es cierto que de aquí a entonces habrá que colmar una profunda brecha de cualificaciones entre las cinco generaciones que trabajarán juntas durante este tiempo.

Un segundo desafío es el componente ético, muy debatido pero aún sin definir: por el momento no existen fronteras claras que delimiten lo legal de lo ilegal, también porque el potencial de la IA continúa evolucionando día a día y para regular algo también es necesario saber los términos exactos en los que ese algo puede llegar y los riesgos que implica. De lo contrario, las reglas se escribirían sobre la base de un horizonte en constante cambio. Y la claridad de las reglas es crucial para aquellas empresas que quieren actuar legalmente adoptando la IA, y que piden y esperan disponer de una red de controles -precisos y severos- que inhiban a quienes se benefician de ella en detrimento del bien común.

Otro desafío es que pocas empresas todavía saben cuánto vale la IA y qué hacer con ella, porque es cierto que ahora se habla de ella de manera anormal, pero también lo es que los términos prácticos siguen siendo una nebulosa confusa para la mayoría. Necesitamos organizaciones -públicas y privadas- capaces de acompañar a las empresas españolas en esta transición de época. Del mismo modo que es necesario que la investigación en IA se convierta en patrimonio industrial, que la investigación se transforme en economía y empleo, para que España y toda Europa sean siempre más y mejores productores de tecnología y no sólo grandes consumidores de tecnologías.

Entre otros tantos y numerosos retos que no tenemos el espacio y la manera de incluir aquí de manera exhaustiva es que la IA tendrá que convertirse en patrimonio de toda empresa y en todos los sectores, sin excepción. Habrá que trabajar para identificar usos para esta extraordinaria herramienta que no supriman puestos de trabajo, sino que los hagan más eficaces y eficientes en términos de productividad y competitividad. Sobre todo, creo que la IA es una oportunidad que pondrá a prueba también a directivos y empresarios, porque pronto la distinción ya no será entre quienes la utilizan y quienes no, sino entre quienes la utilizan siguiendo la tendencia y quiénes la utilizan de forma creativa.

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