Se necesitan CEO visionarios

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En una época marcada por turbulencias geopolíticas, inestabilidad de los mercados y una larga secuela de efectos post-pandémicos, las empresas y sus CEO se encuentran en una encrucijada existencial. Por un lado, está el abismo de la incertidumbre (agravado por conflictos, aranceles, aumento del precio de las materias primas); por otro, la necesidad vital de transformarse, innovar y tomar la iniciativa. Lamentablemente, la mayoría de las empresas ha optado por una tercera vía: quedarse quietas. Y esta es quizás la decisión más peligrosa: en el tejido económico actual predominan la espera pasiva y la autoprotección. Los consejos de administración hablan de resiliencia como sinónimo de defensa pasiva, olvidando que la verdadera resiliencia es la capacidad de reorientarse en movimiento, no de quedarse inmóvil bajo el fuego cruzado de la complejidad.
Ciertamente, el panorama internacional ofrece un contexto objetivamente difícil, pero precisamente por eso se necesita un liderazgo empresarial capaz de arriesgar con inteligencia. Los datos internacionales son claros: inversiones en I+D en mínimos históricos, planes de expansión congelados, capitales estancados en liquidez no utilizada, políticas de recursos humanos reducidas al mínimo y una desconfianza generalizada hacia una transformación digital profunda.
Hoy, las empresas no solo tienen miedo: están paralizadas por una prudencia tóxica. No es casualidad que en la London School of Economics se hable cada vez más de “estancamiento estratégico”, un fenómeno en el que las empresas, por temor al riesgo, dejan de perseguir el cambio y aceptan el compromiso de simplemente “flotar”. Pero en un mercado que evoluciona a velocidad irregular, quien se queda quieto, en realidad, retrocede.
No existe una corriente salvadora que empuje a los tímidos: la competencia no espera, la innovación no se detiene y los consumidores no se conforman con la inercia. La época del riesgo ciego ha terminado, pero también la de la cautela absoluta no tiene futuro.
Los CEO deben actuar más como visionarios y menos como gestores del miedo, y comprender que la inteligencia artificial, la sostenibilidad, la transición digital y los nuevos modelos organizativos no son “opciones”, sino deberes estratégicos. Y las empresas deben aprender a aplicar el análisis de riesgos no como un obstáculo, sino como una herramienta para decidir cómo arriesgar, no si arriesgar.
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