España lleva seis años dándose contra la misma piedra. El Gobierno destinó, desde 2018, más de 1.500 millones de euros en ayudas para impulsar la implementación de los vehículos eléctricos, pero los resultados están siendo trágicos. La cuota del mercado solo alcanza el 5%, mientras que la media europea ronda el 20% y hay países como Suecia o Dinamarca que superan el 30%.
Si bien se ha empujado a favor de la transformación del parque automotor con ayudas como el Plan MOVES (I, II y III), campañas de concienciación y mensajes políticos, nada cambió. No porque el consumidor español esté obsesionado con el uso de los combustibles fósiles, sino porque los esfuerzos están desconectados de la realidad de los ciudadanos.
Para empezar, el elevado precio de los coches eléctricos supone una barrera importante en un país aún azotado por los bajos salarios y la precariedad laboral. Sin olvidar que las ayudas públicas no están logrando la meta prevista, ya que no son directas (se entregan a posteriori), lo que no solventa realmente las complicaciones financieras de las familias. Los fabricantes lo entendieron y ya están en plena competición para ver quiénes se hacen con el mercado de los vehículos eléctricos accesibles. Un esfuerzo que no servirá de nada si no se solventa otra de las grandes trabas: la ausencia de una adecuada red de carga.
No se puede tapar el sol con un dedo y las carencias del sistema son evidentes. Si bien en España hay 41.067 puntos de acceso público, el 21% del total no están operativos (8.645 postes), ya sea por encontrarse en mal estado, averiados o desconectados de la red, según el último Barómetro de Electromovilidad de Anfac. A la red de carga también le falta potencia. Más de la mitad de los puntos instalados en los tres primeros meses del año tienen potencias por debajo de los 22 kW (lo que obliga a que el tiempo de carga sea de mínimo tres horas).
Si España quiere alcanzar a sus vecinos europeos es el momento de que se ‘ponga las pilas’. Para comenzar, debe realizar una mayor inversión en infraestructuras, que permita contar con una red de carga no solo más extensa, sino también más potente (a través de los postes de carga ultrarrápida de 150kW o más, que actualmente solo suponen el 6,5% del total).
Un esfuerzo que deben acompañarse con más incentivos fiscales, con los que puedan reducir significativamente el coste inicial de los coches eléctricos. Hay de dónde sacar ‘inspiración’, ya que bastaría con mirar los modelos implementados en Alemania, Austria o Portugal. En otras palabras, es fundamental volver a conectar con la realidad para que el vehículo eléctrico deje de ser una utopía en el mercado español.