Ágatha Ruiz de la Prada llega a sus antiguas oficinas de la calle Ortega y Gasset como un huracán. Tras un breve saludo, ojea un número de la versión italiana de Business People en segundos y dispara sin pestañear: “Visto… al lío”. Cada segundo cuenta cuando se está en un proceso de reubicación de la marca, al mismo tiempo que se prepara la publicación de un libro y el lanzamiento de un hotel en Mallorca. Su ímpetu le lleva a trabajar casi las 24 horas del día e, incluso, a amagar con abandonar la entrevista cuando se indaga en los ingresos generados por sus licencias. Poco optimista sobre las opciones de que sus hijos Tristán y Cósima la releven en el cargo, la famosa diseñadora se sumerge en decenas de coloridos proyectos que la convierten en una “superviviente de la moda”.
Su marca cuenta con un nuevo centro neurálgico en el barrio de Salamanca, ¿qué supone para su compañía el nacimiento de este ‘cuartel general’?
Tenía una tienda en Serrano que llevaba 10 o 12 años necesitando una obra. De repente, llegó un fondo de inversión y, aunque no quería venderla, no me quedó más remedio. Entonces, encontramos un local que había sido de Barcelona Design. Un espacio precioso que, por ejemplo, tenía una escalera que había sido Premio Nacional de Diseño y que la tuvimos que tirar porque las normativas son demenciales. Así que a tomar por culo la escalera, que era una preciosidad…
Tras un año de obras, hemos decidido cambiar el concepto porque las tiendas han arruinado a muchísimos diseñadores y es un negocio que nada tiene que ver con el diseño. Por ejemplo, si tienes una tienda en Nueva York y le metes dos millones de euros al año no es nada, porque Prada le está metiendo 30 o 40 millones a la suya. No se puede competir con eso.
Ahora estoy queriendo volver un poco a mis orígenes y meter todo en un mismo espacio: el taller, la oficina y todo lo demás. Es un proceso en el que estamos reduciéndonos y no somos los únicos, porque incluso Inditex está cerrando tiendas y H&M sale del mercado español.
¿En qué se diferencia al que tenía en la calle Serrano y que vendió en 2021?
La tienda de Serrano no valía nada, pero estaba en un sitio muy bueno, ya que a mi lado tenía El Corte Inglés y Zara. Ahora apuesto por este cambio, pero no lo hago por la gestión de inversiones, sino porque simplemente me apetece. Tengo suficiente dinero para vivir toda la vida, así como una casa en el campo, otra en el mar y una más en París. No quiero más y, por eso, me la soplan las inversiones…
¿Y cuál es su gran objetivo entonces?
Seguir divirtiéndome y diseñando. Mi objetivo nunca ha sido ser una gran empresaria, ni las inversiones. Mi objetivo es no perder dinero. Una vez vino una empresa muy importante y me dijo: ‘tú no tienes business plan’. Y les respondí: ‘Os equivocáis, yo tengo un business plan que es no perder dinero’.
Se me da bien gestionar porque lo que intento es una cosa muy fácil, que es la cuenta de la vieja: Que es no gastar más de lo que ingreso.
¿Cuál es la clave para no perder la inspiración a lo largo de los años?
No pensar tanto en las inversiones, sino en la creatividad, en el producto, en las ideas y en pasártelo bien. Si estás todo el día pensando en las inversiones, te come la creatividad y la cabeza. Y encima, lo haces mal…
Está en el ‘top’ desde su primer desfile en 1981 hasta la actualidad, ¿cómo logra que sus emblemáticos colores no ‘destiñan’?
Una vez estuve con Amancio Ortega y él me dijo: ‘Yo sé que si tú tuvieras que hacer una chaqueta gris y supieras que vas a ganar mucho dinero, no lo harías’. Y digo, pues sí, es verdad, tiene mucha razón. Ganaría mucho dinero, pero no sería Agatha y no sería mi producto.
La diferencia con otra gente es que cuando era joven y empecé, vivía en casa de mi madre y no tenía gasto ninguno. Eso también me ha dado siempre un colchón de no tenerme que preocupar de estas cosas. Es fundamental ser una persona que tengas una estrategia de supervivencia. Es que es tremendo lo que ha sufrido la moda española.