El legado económico del Papa Francisco

El Papa Francisco dejó una profunda huella en el pensamiento económico mundial, promoviendo una economía centrada en los pobres, la justicia social y la sostenibilidad del planeta. A través de sus enseñanzas, nos dejó un legado de reflexión y acción que continuará guiando a los economistas del futuro.

El Papa FranciscoGettyImages

La partida del Papa Francisco, el 21 de abril de 2025, ha marcado el cierre de una era de renovación en la Iglesia Católica, pero también el legado de un líder que no solo transformó la teología, sino que también impulsó una profunda reflexión sobre la economía global. A lo largo de su pontificado, el Papa Francisco no solo desafió a los gobiernos y empresas a reflexionar sobre las desigualdades económicas, sino que también propuso un modelo alternativo que se basaba en los principios de justicia social, solidaridad y respeto por la tierra.

La economía de la inclusión

Uno de los pilares de la reflexión económica del Papa Francisco fue su insistencia en una «economía de la inclusión«. Desde sus primeros discursos sobre el tema, el Santo Padre hizo un llamado claro a no dejar atrás a los más vulnerables. En su encíclica Laudato Si’, publicó una profunda crítica al modelo económico basado en el consumismo y la explotación sin fin de los recursos naturales, indicando que este sistema está arrastrando al mundo a una crisis ambiental y social sin precedentes.

En lugar de este sistema que privilegia el beneficio económico por encima del bienestar de los seres humanos, Francisco promovió una economía que anteponga la dignidad humana y la justicia social. En sus intervenciones, el Papa explicó que la economía debe ser vista como un «instrumento de servicio», y no como un fin en sí misma. Para él, las grandes riquezas no deberían concentrarse en pocas manos, sino que el mundo debe pensar en el «bien común». Para lograr esto, abogó por la creación de mecanismos que pusieran el bienestar de los pobres y el cuidado del medio ambiente en el centro de las políticas económicas.

La «Economía de Francisco»

Una de las iniciativas más emblemáticas de su pontificado fue la creación de la fundación The Economy of Francesco, un proyecto que reunió a jóvenes economistas de todo el mundo para pensar y construir una nueva economía, más humana y más sostenible. El Papa veía en estos jóvenes una esperanza para el futuro, alentándolos a trabajar por un sistema económico que reflejara los valores del Evangelio. En sus palabras, la economía debía transformarse en una «economía que no mata, que no aplasta», una economía que cultivara, reparara y protegiera a las personas y el planeta, tal como Jesús predicó en las Bienaventuranzas.

En este contexto, Francisco también reconoció la importancia de revisar la lógica del sistema económico actual, que se basa en el cálculo frío, los algoritmos y los intereses implacables, y propuso en su lugar una economía que priorizara la solidaridad, la cooperación y el amor al prójimo. Insistió en que la economía no puede seguir siendo «deshumana», donde «noventa y nueve valen más que uno», sino que debe basarse en un sistema que valore a todas las personas por igual, sin excluir ni aplastar a los más débiles.

El reto ecológico 

La relación entre la economía y la crisis medioambiental fue otro tema recurrente en el pensamiento económico del Papa Francisco. En su encíclica Laudato Si’, apeló a la urgencia de una conversión ecológica, señalando que el modelo económico actual depreda los recursos naturales y destruye el equilibrio de la Tierra. El Papa no solo pidió un cambio en las políticas económicas, sino también en las actitudes de las personas y las empresas hacia el medio ambiente.

Para Francisco, una economía saludable es aquella que respeta los ciclos naturales de la Tierra, priorizando la sostenibilidad y las energías limpias. En sus discursos, instó a los jóvenes economistas a aprender de la naturaleza, comparando el modo en que las plantas cooperan entre sí para mantener el equilibrio ecológico, en lugar de competir destructivamente. El Papa veía en el modelo ecológico un símbolo de cooperación y respeto mutuo, y pidió a los economistas del futuro que adoptaran este modelo de interdependencia.

Un tema que Francisco subrayó repetidamente durante su pontificado fue la necesidad de escuchar «el grito de los pobres«. En un mundo globalizado donde la desigualdad sigue creciendo, el Papa insistió en que las políticas económicas no podían seguir ignorando las necesidades de los más desfavorecidos. En su visión, la economía debe servir a la humanidad y no solo a unos pocos. En sus intervenciones, invitó a los gobiernos y empresas a poner en marcha políticas económicas que dieran prioridad a la reducción de la pobreza, el hambre y las injusticias sociales.

El Papa también unió el grito de los pobres con el grito de la Tierra, afirmando que la degradación ambiental afecta de manera más grave a las comunidades más pobres, que son las menos responsables de la crisis ecológica. Por ello, llamó a la construcción de una economía que fuera inclusiva tanto social como medioambientalmente.

Un llamado a la acción

A través de sus intervenciones, el Papa Francisco dejó claro que la transformación de la economía no era solo una cuestión de políticas públicas o reformas legislativas, sino también una cuestión de cambio cultural. La verdadera revolución económica, según él, debía comenzar en el corazón de las personas, en su relación con el prójimo, con la Tierra y con Dios.

En su último discurso, el Papa Francisco expresó su confianza en que los jóvenes economistas del mundo podrían liderar este cambio. Les pidió que no se dejaran desanimar por la magnitud de los problemas, sino que se mantuvieran firmes en su compromiso con una economía más justa, humana y ecológica. «No tengan miedo. Ustedes pueden cambiar el mundo«, les dijo.

En su fallecimiento, el Papa deja un legado económico que continuará inspirando a los líderes de mañana. En tiempos de crisis globales como la actual, su llamado a una economía que cuide de todos y del planeta se mantiene más relevante que nunca.

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