Tras dos años de recesión, la economía de Alemania comienza a mostrar señales de recuperación en un contexto marcado por la incertidumbre política y la necesidad de reformas estructurales.
La contracción del PIB en 2023 (-0,3%) y 2024 (-0,2%) puso a la “locomotora” europea en una posición vulnerable, generando expectativas en los mercados sobre las decisiones que tomará el próximo Gobierno tras las elecciones federales.
Uno de los temas clave en el debate económico es la posible modificación del freno de la deuda, una norma constitucional que limita el déficit público al 0,35% del PIB.
Este mecanismo fue un obstáculo para la expansión del gasto público y la inversión, lo que ha llevado a diversas voces a plantear su reforma como una medida esencial para impulsar la competitividad del país.
Los indicadores económicos recientes reflejan una leve mejoría en la actividad empresarial.
El índice PMI compuesto, que mide el desempeño del sector manufacturero y de servicios, alcanzó en febrero los 51 puntos, su mejor nivel en nueve meses.
Este repunte responde, en parte, a la estabilidad del sector servicios (52,2 puntos) y a la recuperación de la industria manufacturera que, si bien sigue en contracción con 46,1 puntos, registró su mejor marca en dos años.
En paralelo, la confianza de los inversores alemanes también mostró una evolución positiva.
Según el Instituto ZEW, el indicador de expectativas económicas subió en febrero a 26 puntos, el nivel más alto en dos años, mientras que la percepción sobre la coyuntura actual también mejoró, aunque sigue en terreno negativo.
Este optimismo está vinculado a la posibilidad de un cambio de Gobierno que implemente políticas más flexibles y favorables para el crecimiento.
El candidato más fuerte en Alemania
Entre los candidatos con más opciones de liderar el Ejecutivo se encuentra Friedrich Merz, de la CDU, quien expresó su intención de fomentar la inversión privada a través de recortes de impuestos y una desregulación de la economía.
Sin embargo, la viabilidad de estas medidas dependerá en gran medida de la capacidad del nuevo Gobierno para reformar el freno de la deuda, un proceso que requiere el apoyo de dos tercios del Bundestag.
Algunos analistas advierten que la reforma fiscal podría enfrentar obstáculos en el Parlamento si partidos como la AfD y BSW, contrarios a modificar la norma, logran una representación significativa.
En ese caso, el Gobierno podría recurrir a la creación de fondos especiales fuera del presupuesto, una estrategia utilizada en el pasado para sortear las restricciones del freno de la deuda.
La presión externa también juega un papel determinante. La posibilidad de que Estados Unidos imponga aranceles a la industria automovilística alemana podría ser un factor clave para acelerar la flexibilización de la política fiscal.
Este sector, fundamental para la economía del país, ya enfrenta dificultades y advirtió sobre posibles cierres de fábricas y despidos si se mantienen las barreras comerciales.
En este contexto, Alemania se encuentra en una encrucijada. La estabilidad política y la capacidad de tomar decisiones económicas audaces definirán si el país logra recuperar su dinamismo o si continúa enfrentando obstáculos estructurales que lastren su crecimiento.
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