El FMI predice un crecimiento global del 3% para 2030

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El último estudio desarrollado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) desvela que el crecimiento económico global se someterá a una desaceleración. De este modo, en 2029 apenas alcanzaría el 2,8%, por lo que en 2030 se situaría en el 3%, muy por debajo de lo esperado.

Para conseguir incrementar la tasa de crecimiento de Europa, superando el 0,5%, se precisan de políticas fiscales y monetarias expansivas, así como una importante inversión en infraestructura, apoyo a las PYMEs, impulso del comercio internacional y de la sostenibilidad, desarrollo del capital humano y fomento de la innovación tecnológica en aras de la productividad.

Para el FMI resulta fundamental subir el índice, situado solo un punto porcentual por debajo del promedio registrado antes de la pandemia (periodo 2010-2019), siendo importante implantar reformas significativas.

Y es que desde la década de 2000, los países más desarrollados han experimentado una desaceleración latente, tanto por parte de los países emergentes como de los países en desarrollo desde 2008.

La productividad como solución

No cabe duda que los cambios en el crecimiento de la productividad total de los factores (TFP), según señala el FMI, repercute significativamente en la disminución, explicando más de la mitad del declive de las economías avanzadas y emergentes, cosechando los países de ingresos bajos una reducción importante.

Esa desaceleración económica viene propiciada por una creciente asignación inadecuada de capital y mano de obra, sucedida entre empresas de diferentes sectores. De hecho, el descenso generalizado de la formación de capital privado tras la crisis y el menor crecimiento de la población en edad de trabajar propició esta situación.

De consolidarse, se mantendría y ampliaría la brecha entre países ricos y pobres, dificultando un nivel equitativo de ingresos y una fuerza laboral más baja para 2030. Si se consolidan un periodo de bajo crecimiento y unas elevadas tasas de interés, se implantaría un proceso de inestabilidad para la deuda, limitando la capacidad de los gobiernos frente a las desaceleraciones económicas.

¿Dónde invertir?

El FMI es tajante al respecto y señala la necesidad de apostar por programas sociales y una economía 100% sostenible. También es importante adoptar políticas y reformas estructurales, repuntando el crecimiento por medio de la asignación de capitales y mano de obra a las compañías más participativas.

La mejor forma de contribuir a ello no es otra que aprovechar el potencial de la inteligencia artificial (IA). Solo de este modo se podrían consolidar las nuevas políticas específicas dirigidas a mejorar la competitividad de los mercados.

También resulta clave fomentar la apertura comercial, ampliar el acceso financiero y aumentar la flexibilidad del mercado, lo que podría propiciar que el crecimiento económico mundial subiese 1,2 puntos porcentuales en 2030.

La IA es clave para impulsar la productividad laboral, pues podría tener una incidencia de hasta 0,8 puntos porcentuales en el crecimiento global y en la estabilidad del mercado laboral. Con políticas adecuadas podrían consolidarse la productividad y corregirse los errores del pasado a medio-largo plazo.

A tener en cuenta: el poder de la IA

Todas las reformas son críticas, según señala el FMI. De ahí que las altas tasas de deuda pública y la creciente fragmentación geoeconómica pongan en jaque el crecimiento mundial si no se toman las medidas oportunas.

Con nuevas normativas como la Ley CHIPS y la Ley de Reducción de la Inflación en Estados Unidos, el Plan Industrial del Pacto Verde en la Unión Europea, la Nueva Dirección de la Economía y la Política Industrial en Japón y la Ley K-Chips en Corea se puede trabajar fuertemente en la innovación de algunos sectores específicos.

Para ello, se incorporan incentivos fiscales en sectores de tecnología verde y avanzada, como la IA y los semiconductores, marcados por los elevados costes. Solo así, podría consolidarse un crecimiento económico significativo y sostenible, con beneficios fiscales considerables. De este modo, el PIB podría aumentar a largo plazo en unos 4 dólares por cada dólar invertido en costes fiscales.

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