Los españoles no han logrado remontar su renta per cápita, que apenas ha reducido su diferencia con la media europea desde 1995. En los últimos 28 años, el progreso económico se ha estancado en las economías familiares, con una brecha entre la renta per cápita española y la de la eurozona que alcanza ya el 18%. Solo en los últimos cuatro años, esta diferencia ha aumentado un 3%, impactando negativamente en el poder adquisitivo y la productividad. Así lo constata el Instituto de Estudios Económicos (IEE) en su último informe de coyuntura económica del primer semestre del año, que señala que la reversión del proceso de convergencia con Europa, en términos de renta per cápita y de productividad, muestra «un deterioro competitivo de nuestra estructura económica y compromete el potencial de crecimiento futuro», pese a que contradictoriamente «se presentan tasas de crecimiento del PIB y de empleo superiores a la media de los países de nuestro entorno».
En este sentido, la economía española mostró, a lo largo de 2023 y en los primeros meses de 2024, un «notable dinamismo» que superó las previsiones de los analistas. El año pasado, frente a un crecimiento inicialmente esperado en torno al 2%, finalmente alcanzó el 2,5%. Además, la tendencia de suave desaceleración que se esperaba no solo no se confirmó, sino que se produjo una aceleración en el último trimestre.
Sin embargo, las economías familiares no han evolucionado en el mismo sentido. La brecha de la economía española con respecto tanto a la eurozona como a los países de la OCDE se ha incrementado, especialmente desde 2019. La oficina estadística europea Eurostat determinó que el consumo individual per cápita –referido al poder adquisitivo– no repunta en España y es menor al registrado antes de la pandemia. Los datos reflejan que la capacidad de compra de los españoles se situó en torno al 85% de la media de la UE, seis puntos menos que en 2019, cuando alcanzaba el 91%. Esto coloca a nuestra economía entre las que peor evolución han tenido y de las que más ha perdido en un corto período, en contraste con otros países de nuestro entorno, que también experimentaron descensos, pero no tan acusados y superando ampliamente la media comunitaria.

Euros
Durante el periodo 1995-2005, España presentó un importante proceso de convergencia con respecto a los principales países de la UE, pero el estallido de la crisis financiera primero, la crisis de la deuda soberana después y, finalmente, la pandemia han alejado a la renta per cápita española de la de nuestros socios comunitarios. Las medidas económicas implementadas no han revertido esta situación ni controlado la caída.
Tras estos dos primeros periodos de crisis, el proceso de convergencia volvió a reactivarse, aunque con menor intensidad. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 volvió a agrandar la diferencia con nuestros homólogos europeos en renta per cápita, productividad, competitividad y rentabilidad empresarial, pese a que se presentaran tasas de crecimiento del PIB y de empleo superiores.
El Banco de España ya había alertado en sus últimos informes macroeconómicos anuales sobre esta brecha insalvable entre España y Europa en el PIB per cápita, determinando que este índice se encuentra un 17% inferior a la media de los países de la UE –en línea con las cifras del IEE–, una brecha que nunca se ha logrado cerrar y que se disparó tras la pandemia. Los datos acumulados en el último trienio no son solo consecuencia de la crisis pandémica, sino que han amplificado los problemas que España venía padeciendo desde hace más de una década.
De igual manera, la «tendencia es desalentadora en productividad en los últimos años», apunta el IEE, que contrasta con el crecimiento de la productividad en la eurozona y en la UE en general. Desde 2012, España se ha rezagado cerca de un 5% respecto a la media europea. Este deterioro ha incidido directamente en la ampliación de la brecha de renta per cápita con la OCDE, «reflejando una preocupante divergencia económica y un menor crecimiento relativo en España», señala Gregorio Izquierdo, director general del IEE. Izquierdo advierte que «si no se acometen reformas para reactivar el crecimiento de nuestra productividad y no se corrigen los elevados niveles de desempleo, déficit y endeudamiento público, los principales desafíos económicos del país a medio y largo plazo quedarían expuestos», agravando las dificultades de convergencia en términos de renta per cápita con las economías más avanzadas. Incluso el Banco de España, en sus últimas proyecciones macroeconómicas, destaca que, partiendo desde el año previo a la pandemia (2019) y sin contar la diferencia estructural existente antes de esa fecha –cifrada en unos 14 puntos–, la renta por habitante en España en 2023 aún era un 96% de la registrada en la eurozona, con una caída de cuatro puntos.
El IEE también destaca que el tejido empresarial está soportando mayores costes laborales unitarios que en los últimos años, situándose en el primer trimestre de 2024 un 20% por encima de los niveles de finales de 2019. Al mismo tiempo, la productividad por ocupado continúa disminuyendo, situándose en los tres primeros meses de 2024 un 4,1% por debajo de los niveles precrisis.
Entre los costes laborales, el centro de estudios de la CEOE resalta la «notable subida de las cotizaciones obligatorias», que en el primer trimestre fueron un 22,6% superiores a las del mismo periodo de 2019. En esta línea, sus expertos constatan que España se ha convertido en «uno de los países europeos con las cotizaciones sociales más elevadas pagadas por las empresas en porcentaje del PIB», situándose en el 9,5% del PIB en 2022, por encima del 7,1% promedio en la UE.
Por tanto, el IEE estima que el aumento de la ocupación será en torno al 2,3% para 2024, mientras que en 2025 dicha tasa podría ser del 1,5%. Con esta pérdida de intensidad en el ritmo de creación de empleo, la tasa de paro se estabilizará en el 11,6% este año y en el 11,2% en 2025. Así, «el diferencial de tasa de paro con Europa apenas se reduce, ya que, según Eurostat, se mantendrá en el 6% en estos dos ejercicios».
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