Desde su visita a Estados Unidos, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ha reiterado un mensaje que considera fundamental: la independencia de cualquier banco central es crucial para garantizar la estabilidad económica y preservar la credibilidad institucional. Una afirmación que, aunque presentada en términos generales, se interpreta como una referencia velada al enfrentamiento entre Donald Trump y la Reserva Federal (Fed), con la que el presidente estadounidense ha mantenido choques por la gestión de la política monetaria.
Lagarde aprovechó su intervención para destacar también la contribución de la inmigración al dinamismo del mercado laboral en la eurozona, señalando a Alemania y España como ejemplos claros de países que han visto reforzada su economía gracias a la llegada de trabajadores extranjeros. En su opinión, la diversidad y el aumento de la fuerza laboral no solo han ayudado a cubrir vacantes en sectores estratégicos, sino que han sostenido el crecimiento económico en un contexto de envejecimiento poblacional.
La presidenta del BCE subrayó que la independencia de los bancos centrales es una condición indispensable para que las decisiones de política monetaria estén guiadas por criterios técnicos y no por presiones políticas de corto plazo. “La credibilidad de nuestras instituciones se construye sobre esa base”, afirmó, reforzando así la visión de Fráncfort en un momento en el que los mercados internacionales miran con atención las tensiones en Estados Unidos.
En el caso de Europa, Lagarde recalcó que los desafíos estructurales, desde la transición energética hasta la digitalización, exigen una combinación de estabilidad institucional y apertura a nuevas dinámicas sociales, entre ellas la inmigración. De este modo, vinculó la necesidad de independencia monetaria con la capacidad de las economías europeas para adaptarse y seguir siendo competitivas en un entorno global en transformación.
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