Trump plantea permitir la venta de chips de Nvidia en China con menor rendimiento

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, abrió este lunes la puerta a que Nvidia pueda vender en China sus procesadores Blackwell de última generación, siempre que reduzca sus prestaciones.

Desde Washington, el mandatario declaró: «Es posible que alcancemos un acuerdo con un Blackwell algo empeorado. En otras palabras, quitarle entre un 30% y un 50% [de rendimiento], pero es que es lo último y lo mejor del mundo».

Esta condición se enmarca en el reciente entendimiento alcanzado con Nvidia y AMD para que ambas empresas cedan al Gobierno estadounidense el 15% de los ingresos que generen en China por la comercialización de microchips con inteligencia artificial.

A cambio, Washington se comprometería a conceder licencias de exportación para estos productos.

Fuentes conocedoras del proceso explicaron al Financial Times que los dos fabricantes aceptaron el pacto como requisito para obtener dichas licencias, autorizaciones que ya fueron emitidas la semana pasada.

El futuro de Nvidia y AMD

De acuerdo con un funcionario estadounidense, Nvidia acordó entregar al Tesoro el 15% de los ingresos derivados de la venta en China de su modelo H20, mientras que AMD aportará el mismo porcentaje sobre las ventas de su chip MI308.

No obstante, dos personas cercanas a las negociaciones aseguraron que el Gobierno aún no ha definido el destino que se dará a esos fondos.

Los chips Blackwell, anunciados como una de las plataformas más potentes del mercado para inteligencia artificial, han sido objeto de un estricto control por parte de la Administración estadounidense, que busca limitar el acceso de China a tecnologías punteras por motivos de seguridad nacional.

El planteamiento de Trump implicaría que Nvidia adapte el diseño de sus chips para que operen con entre un 30% y un 50% menos de capacidad, con el fin de cumplir los requisitos de exportación y evitar riesgos estratégicos.

Mientras tanto, el acuerdo financiero con Nvidia y AMD abre un nuevo precedente en las relaciones comerciales entre Washington y el sector tecnológico, situando las licencias y el reparto de beneficios como herramientas clave en el control de la industria de semiconductores.

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