Donald Trump vuelve a la carga con su estrategia proteccionista y esta vez lo hace con un golpe que podría cambiar las reglas del comercio internacional. El expresidente de EE.UU. ha firmado un memorando que, de llevarse a cabo, impondría «aranceles recíprocos» a los productos de cualquier país que, según su criterio, aplique impuestos injustos a las exportaciones estadounidenses. ¿El gran villano en su historia? El IVA, un impuesto que rige en la mayoría de países del mundo y que Trump, en un movimiento polémico, ha decidido equiparar a una barrera comercial.
La lógica (o falta de ella) detrás de los nuevos aranceles
Trump ha ordenado a sus agencias federales que estudien cómo diseñar estos aranceles, en un proceso que culminará en abril. A diferencia de sus decisiones inmediatas contra China, México o Canadá, en este caso ha optado por una vía más pausada, involucrando a más actores para evaluar el impacto en la inflación de EE.UU., que ya está en niveles preocupantes.
El problema es que la base de su argumento no tiene mucho sentido. El IVA no es un arancel ni una medida proteccionista, ya que se aplica tanto a productos nacionales como importados. De hecho, EE.UU. es uno de los pocos países que no tiene IVA y en su lugar depende de impuestos sobre las ventas que varían por estado.
La UE, el principal objetivo de Trump
La Unión Europea está en la mira de Trump desde hace tiempo, y estos aranceles podrían ser su excusa perfecta para elevar las tensiones comerciales. El magnate ha insistido en que la UE abusa de EE.UU. con sus regulaciones y subsidios, especialmente en sectores como el agrícola y tecnológico. Pero aquí está el truco: la UE ya tiene un arancel medio más bajo que el estadounidense. Si Trump realmente aplicara su idea de reciprocidad, en muchos casos tendría que bajar sus propios aranceles en lugar de subirlos.
A esto se suma que dentro de la UE rige una unión aduanera, lo que significa que no puede imponer aranceles distintos a cada país miembro. Si Trump decide castigar a Alemania, Italia o Irlanda, acabaría imponiendo aranceles a todo el bloque, desencadenando una guerra comercial de consecuencias impredecibles.
Trump: un déjà vu de su primer mandato
Este no es el primer intento de Trump por imponer aranceles masivos. En su primer mandato ya intentó aplicar medidas similares, pero encontró resistencia dentro de su propio partido. Ahora, con un déficit comercial disparado y la campaña electoral en el horizonte, está reviviendo su discurso de “Estados Unidos está cansado de que le estafen”.
Países como China, México y Canadá son los primeros en la línea de fuego, pero otros como Japón, Vietnam o Corea del Sur podrían ser los siguientes. Incluso la India, cuyo primer ministro ha intentado calmar a Trump con recortes arancelarios y más compras de energía estadounidense, podría verse afectada.
El impacto en los mercados
A corto plazo, el anuncio ha generado incertidumbre en los mercados. Aunque Wall Street reaccionó con optimismo, confiando en que la implementación tardará meses, la realidad es que estas medidas podrían alterar gravemente el comercio global. Empresas tecnológicas, automovilísticas y farmacéuticas están en alerta, ya que Trump ha dejado claro que estos sectores estarán entre los más afectados.
¿Y España?
En principio, España no parece ser un objetivo prioritario, ya que su balanza comercial con EE.UU. está bastante equilibrada. Sin embargo, si la UE responde con contramedidas, todos los países del bloque sufrirán las consecuencias.
Con todo esto sobre la mesa, queda claro que la estrategia de Trump no es solo económica, sino también política. Está usando los aranceles como arma de negociación y como un mensaje a su electorado.
© Reproducción reservada