El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, confirmó este miércoles que la administración Trump no tiene previsto adquirir una participación accionarial en Nvidia, a pesar de las especulaciones que habían surgido tras el anuncio de la entrada del Gobierno en Intel, con un 10% de su capital.
La aclaración llega en un momento de fuerte protagonismo para la industria de los semiconductores, considerada estratégica por la Casa Blanca en el marco de la competencia tecnológica con China. En este sentido, Bessent subrayó que la intervención estatal busca ser “quirúrgica”, apoyando a aquellas compañías cuya solidez es clave para el equilibrio industrial estadounidense.
Intel, apoyo explícito; Nvidia, disciplina de mercado
La semana pasada, la Administración sorprendió a los mercados al anunciar la adquisición de un 10% de Intel, un movimiento interpretado como un espaldarazo a la compañía fundada en 1968, que atraviesa un proceso complejo de transformación industrial. El objetivo es reforzar su capacidad de manufactura en suelo estadounidense y acelerar su papel en el suministro de chips avanzados frente a competidores asiáticos.
En el caso de Nvidia, la decisión es diferente. El Tesoro descarta cualquier inyección de capital público en la firma que lidera el mercado de aceleradores de inteligencia artificial y que ha alcanzado valoraciones bursátiles históricas. Para Bessent, no se trata de intervenir en compañías con posiciones de liderazgo global ya consolidadas, sino en aquellas que requieren apoyo estratégico para equilibrar el ecosistema.
Contexto geopolítico y regulatorio
El movimiento de Washington se enmarca en una política más amplia de aseguramiento de la cadena de suministro tecnológica. La presión sobre los fabricantes estadounidenses se intensificó después de que Pekín alentara a sus empresas nacionales a sustituir chips de origen estadounidense por soluciones locales, con compañías emergentes como Cambricon ganando terreno en el ámbito de la inteligencia artificial.
Al mismo tiempo, el acuerdo alcanzado entre Nvidia y la Administración estadounidense para retomar ventas en China —a cambio de ceder el 15% de sus ingresos en ese mercado— muestra que la relación entre la compañía de Jensen Huang y Washington no se canalizará a través de participaciones directas, sino mediante regulación y control de flujos comerciales.
Una estrategia industrial selectiva
El respaldo a Intel, y no a Nvidia, se entiende como un gesto de confianza en la capacidad de las fuerzas de mercado para sostener a los campeones consolidados y, a la vez, una declaración de intenciones sobre el papel del Estado en sectores estratégicos.
Mientras Intel necesita apoyo para acelerar su recuperación y consolidar capacidad de producción doméstica, Nvidia ya opera con márgenes récord y una demanda extraordinaria en inteligencia artificial, gaming y centros de datos.
En palabras de Bessent, “la intervención pública no debe distorsionar mercados en los que Estados Unidos ya lidera; debe garantizar la estabilidad en aquellos segmentos donde la competencia global plantea riesgos reales para nuestra seguridad económica”.
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