Desde 2019, el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) se ha convertido en una de las herramientas económicas más utilizadas por el Gobierno para incidir en el mercado laboral. El resultado: un aumento acumulado del 61% respecto al nivel previo a la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia, un cambio que ya empieza a tener efectos profundos —y no siempre evidentes— en la estructura salarial de las empresas.
Uno de los impactos más significativos, según revela un reciente estudio de Eurofound, se está produciendo en el corazón de la negociación colectiva. Lejos de traducirse directamente en mejoras lineales del salario base, los convenios colectivos están derivando hacia un mayor protagonismo de los complementos salariales como los de productividad, idiomas, antigüedad o disponibilidad para mantener cierto margen de flexibilidad en los acuerdos.
“La creciente relevancia de los bonus y los complementos salariales, negociados muchas veces a nivel de empresa, responde a los aumentos del salario mínimo en la mayoría de los países analizados”, destacan los autores del informe, centrado en sectores con alta presencia de salarios bajos, como la industria alimentaria o los cuidados sociales y la atención a domicilio.
En el caso español, esta tendencia se hace aún más evidente. Durante años, los salarios base estaban notablemente por debajo del SMI. Pero con los últimos aumentos, muchas empresas han optado por reforzar los pluses en lugar de elevar directamente la base salarial. Asegurando así que la remuneración total supere el mínimo legal, sin comprometer tanto las futuras subidas.
Complementos como vía de escape
Esta estrategia tiene implicaciones importantes. Como recoge Eurofound, los salarios base están creciendo a menor ritmo que el SMI. Lo que refleja que las empresas están modulando las subidas a través de los complementos, que además pueden ser absorbidos o compensados si se pactan nuevos incrementos.
Curiosamente, no siempre es la patronal la que impulsa esta vía. Según el representante español consultado por Eurofound, los propios sindicatos en ocasiones prefieren mantener los complementos intactos antes que firmar subidas de salario base que puedan poner en riesgo ciertos pluses —como el de antigüedad— que no pueden ser absorbidos legalmente.
Sin embargo, UGT y CCOO llevan tiempo alertando de que esta fórmula acaba perjudicando a los trabajadores que se sitúan justo por encima del SMI, ya que no perciben mejoras reales cuando sube el mínimo legal. Esta problemática ha sido reconocida en el reciente acuerdo de subida del SMI del 4,4% para 2025, en el que los sindicatos exigieron al Gobierno revisar los criterios de absorción y compensación para evitar precisamente este tipo de situaciones.
Según fuentes empresariales, el objetivo sindical es claro: que el salario base tenga que equipararse al SMI, una exigencia que se discutirá en la mesa de negociación para la transposición de la directiva europea sobre salarios mínimos, cuya próxima reunión está prevista para hoy.
Menos margen en las negociaciones
Más allá del plano estrictamente salarial, esta evolución está limitando el margen de maniobra en la negociación de los convenios. En sectores como el de los cuidados domiciliarios, antes era habitual compensar salarios bajos con mejoras en turnos, jornadas o condiciones laborales complementarias, algo que ahora resulta más difícil. Desde el lado empresarial se advierte que esto podría tensar aún más las relaciones laborales en los próximos meses.
Un fenómeno de compresión salarial
El efecto más transversal de estas subidas es, sin duda, la compresión salarial. Así lo reconocen tanto sindicatos como organizaciones patronales, que alertan de que las distancias entre categorías profesionales se están estrechando rápidamente.
Esto puede darse de dos maneras: o bien porque los grupos profesionales más bajos son los únicos que reciben subidas, o porque son ellos quienes perciben incrementos mayores. En ambos casos, la consecuencia es clara: se reducen los incentivos para ascender o asumir más responsabilidades.
El fenómeno empieza incluso a manifestarse entre trabajadores de una misma categoría pero con diferente antigüedad, lo que genera nuevas tensiones internas. Como apunta el informe, las empresas sienten presión para aplicar aumentos homogéneos, pero en muchos casos carecen de recursos para hacerlo.
Desde la CEOE insisten en que este proceso puede acabar afectando a toda la tabla salarial, aunque de momento esto no ha sucedido, según los economistas de Eurofound. Y precisamente por eso, la percepción entre muchos trabajadores es que la brecha entre ellos y los nuevos incorporados se está diluyendo, lo que puede terminar afectando también al clima interno en las organizaciones.
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