El mercado laboral de Estados Unidos ha encendido las alarmas tras publicarse los últimos datos de empleo correspondientes al mes de julio. Solo se crearon 73.000 nuevos puestos de trabajo, muy por debajo de los 100.000 previstos por los analistas, y se revisaron a la baja las cifras de mayo y junio, con 258.000 empleos menos de los inicialmente estimados. Esta situación ha elevado la tasa de paro al 4,3%, desde el 4,1% del mes anterior, provocando una reacción inmediata en los mercados: fuertes caídas en la bolsa y en el dólar.
Buena parte de esta desaceleración tiene un origen claro. Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca hace seis meses, la creación de empleo se ha reducido a la mitad con respecto al semestre anterior. En total, se han creado cerca de 500.000 nuevos empleos, pero un 40% menos en el sector público, según apunta Robert Armstrong, analista del Financial Times.
El motivo principal: Trump, a través del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), ejecutó un recorte de casi 275.000 empleados públicos, una decisión que ha afectado notablemente a las estadísticas laborales. En total, la administración ha despedido a casi 750.000 trabajadores federales, en un intento de reducir el gasto del Estado.
A pesar del deterioro en la creación de empleo privado —»julio fue pésimo en ese aspecto«, reconocía Armstrong—, la situación no es catastrófica. La tasa de paro actual (4,3%) sigue siendo un punto inferior a la media de la década pasada, que durante la presidencia de George W. Bush se situó en el 5,3%.
Para los expertos, el problema va más allá de los recortes públicos. Armstrong subraya que las empresas «económicamente cíclicas» han dejado de contratar desde principios de año, reflejando un posible freno cíclico de la economía estadounidense.
Algunos analistas ven este comportamiento como parte de una estabilización post-Covid, mientras que otros advierten del riesgo de una recesión si la tendencia se consolida.
Sin embargo, no todo es negativo. La reciente firma de acuerdos comerciales entre Estados Unidos y China, y las negociaciones avanzadas con la Unión Europea, han traído cierto optimismo. Las nuevas tarifas acordadas son más bajas que las inicialmente anunciadas en abril, especialmente con el gigante asiático, lo que ha impulsado previsiones de crecimiento global de hasta el 3%.
En este clima de incertidumbre, el mensaje de los analistas es claro: aunque el empleo se frena, la economía aún resiste. Y mientras la tasa de paro siga en niveles históricamente bajos, el margen de maniobra del gobierno estadounidense permanece abierto.
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