La mayoría de las grandes corporaciones industriales del siglo XX nacieron en un taller, al que también podemos llamar garaje. En los albores del pasado siglo fueron la aeronáutica, los coches o las motos y, en la segunda mitad de la centuria, los nietos de aquellos pioneros abrieron el mundo a la electrónica, la informática o la telefonía móvil en lugares similares.
En el caótico siglo XXI, mecánica, movilidad y alta tecnología buscan matrimonios de conveniencia o contra natura, explorando nuevos caminos hacia el futuro. La centenaria industria de la automoción sigue seduciendo y las empresas tecnológicas también están buscando cómo revolucionar el sector de la movilidad, es decir, cómo reinventar el automóvil invadiendo la industria tradicional.
La iniciativa no es original. Pocos recuerdan que el origen de Smart, la nueva marca de coches nacida en 1994, fue un reloj. El nombre es el acrónimo de Swatch Mercedes Art. Nicolas Hayek (Beirut, 1928 – Suiza, 2010), millonario gracias a los relojes Swatch, quería hacer un «coche de pulsera«, pequeño, urbano, biplaza y fácil de aparcar, y buscó el mejor aliado: Mercedes-Benz. El lanzamiento fue proceloso y caro; Hayek abandonó el proyecto y Mercedes terminó vendiéndolo a la china Geely, que ha abandonado el concepto original y ahora fabrica modelos 100% eléctricos, pero más grandes.

Smart
Ya en el siglo XXI, en Estados Unidos, Tesla fue el primer ejemplo de intrusión exitosa de una empresa ajena a la automoción, abriendo camino en la nueva tecnología de propulsión eléctrica. Precisamente, fueron la electrificación y la conducción autónoma las dos tendencias que más sedujeron a las tecnológicas, que ya colaboraban con los fabricantes tradicionales en sistemas de navegación, seguridad, y hasta en el sistema de apertura con el teléfono.
Apple fue una de las tecnológicas más grandes seducidas por las ruedas. El proyecto iCar o Apple Car fue un secreto a voces durante una década y supuso una inversión de 10.000 millones de dólares. En 2024, la compañía anunció oficialmente el abandono del proyecto para centrarse en la inteligencia artificial. Google también lo intentó con su coche autónomo Waymo, un proyecto ya abandonado, aunque mantiene colaboraciones con todos los fabricantes, pero en su propio terreno.
En Asia, los desarrollos conjuntos nunca se abandonaron. En enero de 2025, Sony presentó en el CES de Las Vegas su primer modelo, el AFEELA1, desarrollado con Honda. Será fabricado en Ohio (EE. UU.), costará unos 90.000 dólares y ya puede reservarse. Es un coche conectado y permanentemente actualizado.

AFEELA1
Pero son los chinos quienes más han estrechado los lazos entre tecnología y automoción, en parte porque muchas veces ambas empresas pertenecen al mismo consorcio. El gigante Xiaomi, conocido por teléfonos inteligentes, ordenadores y electrodomésticos, ha empezado a fabricar coches. A finales de 2024, ya tenía 200 concesionarios en 58 ciudades chinas, superaba en ventas al Tesla Model 3, y aspira a competir con Porsche. Su versión Ultra, con 1.500 caballos y récord en Nürburgring, busca rivalizar con los modelos eléctricos de lujo por 100.000 euros. Aún no ha llegado a Europa.
Tampoco se han visto todavía en Madrid o París los modelos como el Meizu DreamCar MX, desarrollado por la marca china Meizu en colaboración con Geely.
Sí es muy conocida Huawei, una tecnológica que “se casa con todos”. Además de sus propios modelos —el S9 o el StelatoX4—, participa en la marca Avatr (con Nio) y en el lujoso S800, que busca convertirse en el Rolls-Royce o el Maybach chino. El futuro ya está aquí.
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