¡Póngase incómodo!

No lo digo en broma. Póngase incómodo. Atrévase a mirar donde normalmente mira para otro lado. Hay una creencia silenciosa que ronda muchas salas de reuniones: que lo correcto, lo estratégico, lo inteligente… es aquello que nos da paz. Que si una decisión nos deja tranquilos, entonces es la adecuada. Pero eso no siempre es cierto. A veces, lo que nos incomoda es precisamente lo que más necesitamos hacer.
En un entorno tan cambiante como el actual, sentir incomodidad no es señal de error. Es una señal de que estamos saliendo del piloto automático. De que estamos tocando los límites de lo conocido. Y en muchos casos, esa sensación no es el problema: es la brújula.Piénselo: ¿Qué decisión ha tomado últimamente que le haya quitado el sueño? ¿Qué conversación ha postergado porque “no era el momento”? ¿Qué proyecto aceptó, aunque por dentro sentía miedo? Si la respuesta es “ninguno”, ahí está el problema.Muchas de las decisiones más valientes, tanto en los negocios como en la vida, comenzaron con una conversación incómoda. Con un “no sé si va a salir bien”. Con un “esto me da miedo, pero lo creo necesario”.

Steve Jobs, por ejemplo, cuando regresó a Apple en 1997, enfrentó la incertidumbre y el escepticismo. Tomó decisiones arriesgadas que incomodaron a muchos, pero esas mismas decisiones fueron las que transformaron una empresa al borde del colapso en una de las marcas más innovadoras y valiosas del mundo.

No es un caso aislado. Reed Hastings, cofundador de Netflix, enfrentó una profunda incomodidad al decidir dejar atrás el modelo de envío de DVDs para apostar por el streaming digital, una decisión que muchos cuestionaron y que implicaba un riesgo enorme. Pero fue precisamente esa incomodidad la que impulsó una revolución en la forma en que consumimos entretenimiento.

El verdadero liderazgo no consiste en evitar la incomodidad, sino en aprender a leerla. Es necesario preguntarse: ¿Me incomoda porque es irresponsable… o porque me reta? ¿Por qué es una mala idea… o por qué me obliga a cambiar? Esa honestidad consigo mismo es más valiosa que cualquier manual.

Pero ojo: incomodarse no es autoboicot. Es coraje. Es mirar al futuro sin pedir permiso al pasado. Es entender que el liderazgo no se mide por la cantidad de certezas, sino por la cantidad de decisiones incómodas que alguien está dispuesto a asumir, sin garantía de aplausos.

Así que sí: pase y póngase bien incómodo. Porque en un mundo donde lo normal cambia cada seis meses, lo cómodo es, sencillamente, una ilusión.

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