En el transcurso de los últimos ocho meses, Masayoshi Son, fundador y director ejecutivo del conglomerado japonés SoftBank, ha logrado algo que pocos inversionistas internacionales han conseguido: ganarse la confianza y el respaldo de Donald Trump, consolidándose como uno de sus aliados económicos más cercanos.
Un reportaje reciente del Financial Times detalla cómo Son se ha convertido en un canal diplomático no oficial entre Japón y Estados Unidos, utilizando sus compromisos de inversión para reforzar tanto la influencia de SoftBank en el mercado estadounidense como su acceso directo al expresidente.
Inversiones estratégicas en Estados Unidos
Las jugadas de Son han sido de gran magnitud. SoftBank ha invertido 2.000 millones de dólares en Intel, una de las principales compañías tecnológicas estadounidenses. Asimismo, ha redoblado su apuesta en el campo de la inteligencia artificial mediante un impulso decisivo a OpenAI, empresa considerada central en la actual carrera tecnológica.
Pero quizá el proyecto más ambicioso sea el denominado “Stargate”, una iniciativa en Arizona que podría alcanzar una inversión de 500.000 millones de dólares. La escala de este plan lo sitúa no solo como un proyecto industrial de primera magnitud, sino también como un potencial símbolo de la cooperación económica entre ambas naciones en un momento de crecientes tensiones geopolíticas.
Una relación política singular
La cercanía entre Trump y Son no se limita al terreno financiero. Según el Financial Times, el empresario japonés ha sabido leer las prioridades del expresidente, presentándose como un socio capaz de alinear inversiones con la agenda política estadounidense. Este posicionamiento le ha permitido evitar, al menos por ahora, un nivel de escrutinio regulatorio que sí ha complicado la entrada de otros inversionistas extranjeros.
En este sentido, Son se ha consolidado como un actor influyente en el delicado equilibrio de intereses entre Tokio y Washington. Su papel como mediador empresarial ha sido percibido por algunos como una ventaja estratégica, aunque no está exento de riesgos.
Reservas y críticas
El protagonismo adquirido por Son también ha generado dudas. Diplomáticos japoneses e inversionistas advierten sobre el riesgo de concentrar tanta influencia en una sola figura, lo que podría poner en entredicho la diversidad de canales diplomáticos y empresariales entre ambos países.
Además, persiste la sombra de episodios pasados, como la fallida apuesta de SoftBank en WeWork, que costó a la compañía miles de millones y deterioró temporalmente la reputación del magnate. Sin embargo, la trayectoria global de Son muestra un balance favorable gracias a éxitos emblemáticos como Alibaba, Arm y ByteDance, que le han permitido mantener la confianza de sus socios financieros.
Una figura clave en la era tecnológica
El ascenso de Son como inversor extranjero preferido por Trump refleja la intersección de intereses políticos y económicos en un momento de cambios profundos en el orden tecnológico mundial. Su influencia se proyecta más allá de las fronteras de Japón, situándolo como un actor central en la transformación digital y en las inversiones estratégicas que moldearán las próximas décadas.
Si bien el futuro de esta relación dependerá en parte de los resultados electorales en Estados Unidos y de la evolución de la política tecnológica global, Masayoshi Son ha demostrado su capacidad para adaptarse, asumir riesgos y capitalizar oportunidades, consolidándose como una de las figuras empresariales más influyentes en la relación entre Asia y Norteamérica.
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