En las últimas dos décadas, la competitividad de Europa cayó de manera constante, perdiendo protagonismo frente a Estados Unidos y China.
En 2004, la Unión Europea representaba el 25,8% del PIB mundial, pero en 2024 su peso se ha reducido al 17,6%.
Esta situación se ve reflejada de manera más severa en España, que registra la tasa de desempleo más alta del bloque comunitario, con un 11,21%, casi el doble del promedio europeo del 5,9%.
Ante este panorama, la Fundación para el Avance de la Libertad (Fundalib), en colaboración con el European Policy Information Center (Epicenter) y expertos de distintos países, desarrollaron la “Hoja de Ruta para la nueva Comisión Europea”, un informe que analiza los principales retos que enfrenta la UE y plantea soluciones en materia de competitividad, regulación digital, energía y comercio.
¿Qué afecta la competitividad en Europa?
Uno de los principales factores que frenan la competitividad europea es la fragmentación del mercado único.
Según el informe, la plena integración de este mercado podría generar hasta 713.000 millones de euros adicionales en una década, pero las barreras regulatorias actuales impiden su desarrollo.
Además, la burocracia excesiva, una fiscalidad elevada y una deuda creciente limitan la inversión y la innovación en el continente.
España se encuentra en una posición especialmente vulnerable dentro del bloque. Ocupa el puesto 55 en el Índice de Libertad Económica a nivel global y el 30 de 44 en Europa, en gran parte debido a su rígido mercado laboral y a un elevado gasto público.
La deuda acumulada por la Seguridad Social, que supera los 106.000 millones de euros, pone en riesgo la sostenibilidad del sistema de pensiones.
El estudio sugiere diversas reformas para impulsar el crecimiento económico y mejorar la competitividad.
Entre ellas, destaca la necesidad de flexibilizar el mercado laboral para fomentar la contratación, así como la reducción de la carga fiscal para incentivar la inversión.
También propone un modelo de pensiones basado en el sistema suizo de “Los Tres Pilares de la Jubilación”, con el objetivo de garantizar una financiación sostenible.
En cuanto a la innovación, el informe advierte que Europa invierte en promedio solo el 2% de su PIB en I+D, mientras que EE.UU. supera el 3%.
España, con un 1,49% del PIB destinado a investigación y desarrollo, se encuentra aún más rezagada, lo que limita su capacidad para competir en sectores tecnológicos de alto valor añadido.
Para cambiar esta tendencia, se recomienda una regulación más flexible y un entorno que favorezca el crecimiento de startups y empresas tecnológicas.
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